Cuando llegamos al notario, no tuvimos que hacer cola, ni nada parecido…Eso de que te vean casi de diario, y que te regalen perdices, tiene esos privilegios..Pero el notario era nuevo en la plaza. Nuevo, pero no desconocido, y estuvo releyendo, releyendo, y releyendo. Comisiones, diferenciales, etc, etc, y al final dijo: ¡Coño!, qué buen plan, y qué buenas condiciones. Y nos miró y nos guiñó. Y así volvimos de nuevo al banco con nuestro papelito sellado, y su firma en verde. Sí, este señor siempre firma con tinta verde, manía o hecho diferencial como dirían algunos…., quién lo sabe… En el banco, nos esperaban una colección de chicas jóvenes. Hoy media plantilla a nuestra disposición, que para eso nos hacemos clientes de ellos por muchos años, y no nos vamos a escapar hasta…..uf, mejor no pensarlo. Cuando terminemos de pagar lo que hoy nos han dejado, no seremos abuelos todos, pero sí llevaremos ya dentaduras postizas y seguramente, estaremos con “astrosi” y achaques similares…Y mientras nos atienden, yo me siento cerca de la caja, en un lugar donde hay más personas esperando a la cola de la caja, y me pongo a leer un periódico, mientras me llaman a mí. Me han invitado a un café, para hacerme la espera más corta, y me dieron unos cuantos periódicos a elegir…Esperando, veo que entran tres mujeres gitanas. La más mayor, casi anciana, pero con el pelo aún zahíno, me pregunta si estoy esperando para la caja, y le contesto que no. Se ponen a la cola las dos más mayores, que debían ser madre e hija, o suegra y nuera. No lo sé. Tenían la pinta de las gitanas antiguas. Estilizadas, de altura bastante elevada. Riguroso negro, una falda larguisima que no deja ver más que los tobillos y sus medias negras, negras, tupidísimas. Un calzado, que parecía unas zapatillas de andar por casa, con suela de goma, y con pinta de comodísimas. De ésas de mercadillo de los miércoles. ¡Vamos!, miré yo mis zapatos, y pensé para mí: Ay, quién pudiera…. Pañuelo en la cabeza, negro, la casi anciana, y la otra más joven, sin el pañuelo, pero igual de negro su pelo, sus ojos y la tez morenita, con unos buenos pendientes de oro, y su alianza en el dedo anular. Y las dos con el pelo recogido en unos muy bien hechos moños. Lo sé, porque la anciana se quitó una vez el pañuelo y se lo colocó bien de nuevo, se le debía haber escurrido, o quizá era también un poco presumida, y quería llevarlo muy bien. Ambas hablaban como si fuera de cosas de familia, del trabajo, de si se le acaba el contrato a la joven…de los leuritos…etc. Yo no es que estuviera poniendo la oreja para enterarme, es que estaba un poco aburrida del periódico, y ellas hablaban en un tono que me llegaba sin esfuerzo alguno. Así que, por lo menos estuve entretenida por un rato. Las dos gitanas eran guapas, muy guapas. Y la anciana le hablaba a la otra con dulzura, pero a la vez, la otra le escuchaba como con gran respeto y atención. Para mí, que debían ser suegra y nuera, y quizás era la viuda de un hijo de la anciana. Me llamaron la atención, porque aunque los gitanos tienen todos el mismo corte. Hoy en día ves también a algunas demasiado modernas o con el pelo de colorines, algo estridente, con sus facciones, y éstas, no. Eran como las de antiguo.. Debo decir, que me gustaron la apariencia de esas dos mujeres. Pero es que además de ella, estaba una chica de unos 16 ó 17 años, o quizás menos, debía ser la hija y nieta de las otras. Se sentó a mi lado y me pidió uno de los periódicos que tenía yo, para leerlo. Y al dárselo, la miré y me quedé mirándole los ojos. Ay, qué ojazos tenía la chica, enormes, inmensos, con unas cejas arqueadas también grandes, bien perfiladas, pero muy grandes, y unas pestañas larguísimas. Huy, qué niña más guapa, era la gitanita. Eso sí, ella no iba de negro, claro. Ella iba bien moderna, con sus pantalones vaqueros ajustáos, un jersey bonito, y unas deportivas nada escandalosas.
Así, durante muchos años, la Hipólita recorría las calles de esta ciudad, cantando y creciendo y a la vez. Hasta que desapareció. Decían que había marchado a otra ciudad, que si pa Sevilla, que si pa Badajoz, y se le dejó de ver. Hace dos o tres años, me contaron que la habían vuelto a ver por la calle, y que ya debía tener unos veintitantos largos, pero la cara y el cuerpo de una mujer de más de cuarenta años. Destrozaíta, decían. Yo no la veía, hasta un día que me la encontré por un paseo de aquí, el principal de la ciudad. Y veo que me llama por mi nombre, y me para, y me dice que si no me acuerdo de ella. Qué pena, estaba totalmente desfigurada, demacrada, sin dentadura… pero con los mismo ojos morenos y vivarachos de siempre. Le dije que sí, que si me acordaba, me preguntó por mi madre, y por mis hermanas, porque a ellas también las conocía, de siempre, y le conté. Y a la vez ella me enseñó una foto de su niño de cuatro años, y de su novio que andaba en Sevilla, en la cárcel. Me dijo que estaba metida en la droga, y la verdad es que, por cómo estaba su cuerpo y su rostro, no lo dudé. Me pidió dinero porque me dijo que tenía que ir a Sevilla, y que le habían quitado al niño los servicios sociales. No sé si era verdad o no, pero le di el dinero para el autobús, y me quedé muy apenada de volver a ver a la niña Hipólita, así de esa manera. Mientras hablaba con ella, varias personas que pasaron por nuestro lado, se nos quedaron mirando. Supongo que quizás pensaron, cómo estaba yo una persona “formal” hablando tan amigablemente con esa chica, y cómo me dejé dar un beso y un abrazo de ella… Claro, ellos no habían visto a la Hipólita en sus buenos tiempos, ni la habían visto bailar y cantar como yo…
Unos días después la volví a ver, casi por el mismo sitio, y de nuevo se acercó a mí , y me contó otra historia, pero esa vez no le di nada de lo que me pidió… y simplemente hablé con ella. Después de eso, nunca volví a verla más, ni sé qué fue de su vida. Me contaron que tenía SIDA y que murió.
Hoy al ver a esas mujeres gitanas, y a la joven, me acordé de la niña Hipólita. Y éstos son mis recuerdos de ella, una muchacha que zapateaba por los charcos, y encima de una mesa de bar, y que cantaba bulerías y rumbas desde que estaba en la cuna.
20/Febrero 2008
Después de haber escrito esta historia, supe que efectivamente había fallecido al poco tiempo de haberla visto esos días. Me contaron también que algunos intentaron ayudarla pero no fue posible rescatarla. Lástima de final, pero siempre la recordaremos en los felices 80 bailando, y muy zalamera con todo el mundo.