Hoy 23-F, me dispongo a relatar cómo viví yo aquellos días. Evidentemente por mi edad yo no estuve en el Congreso de los diputados, pero casi…..No tenía edad, era yo una jovencita de apenas 16 años. Y claro en esos años, lo normal es que ni votes, ni seas votado. Pero ojito, a mí no me votaba nadie, ni para delegada de curso. Eso se lo dejábamos en mi generación para algunas compañeras que se llevaban mejor con el establishment, yo estaba más bien en la oposición a todo. Era muy rebelde, trasto que se dice en mi tierra. Yo estaba en todos los fregáos, y así lo normal no era que me votaran, más bien me botaban. Sí, me botaban, me echaban de clase, del colegio y porque no había más sitios de dónde echarme, que si no también me hubieran echado. Formo parte de una generación que se divertía cantando y haciendo travesuras, a falta de móviles nosotras nos divertíamos imitando a los rebeldes niños de Verano azul, y cantábamos al barco de chanquete continuamente. Además teníamos una clase estupenda que estaba situada en un pasillo corto y muy estrecho. Por eso se llamaba el pasillo estrecho. Muy cerquita de «comunidad o clausura», por eso era muy normal que ante cualquier desastre que hiciéramos, rápidamente aparecieran las monjas a castigarnos, y botarnos de clase.
En aquellos años el tener internas en tu clase, le daba vidilla porque unas veces les cambiábamos las bolsas de panchitos por algo, o nos daban la merendina por un boli. No sé el porqué, pero nos gustaban más sus meriendas o lo que tomaban en el recreo, que lo nuestro. Sería por eso, que alguna vez llegamos a ponernos en la cola que hacían en el patio cuando les daban su bocadillo…nosotras ilusas nos colábamos entre ellas, y a veces también nos la daban. Otras nos pillaban, y evidentemente no colaba…Esa era una de las típicas trastadas con las que demostrábamos nuestra rebeldía y descaro. Repito, no había ni móviles, ni redes sociales.
Las internas a veces se traían de sus dormitorios una radio, revistas, comida…etc. Era normal fugarse las clases y quedarse en el cuartito escondida….Así eso sucedió aquel día de febrero tan famoso que marcó un hito en nuestra historia y que hoy recordamos como si hubieran pasado cuarenta años. Y casi!!!!
No sé el porqué, ni el motivo por el que ese día sucedió lo de siempre: A la calle, váyase usted. Creo recordar que era clase de filosofía, pero tampoco estoy muy segura. Me echaron con alguien más de clase, así que nos fuimos al cuarto de baño, y allí estaban dos internas – una de ellas era María J Santos – en el baño con una radio enorme de las de entonces, que te las ponías en el hombro para escuchar mejor, porque tampoco existían los auriculares estratosféricos de hoy en día. María Jesús, estaba escuchando el consultorio de Elena Francis, que era divertidísimo…como el sálvame de hoy en día. La gente, especialmente mujeres mandaban cartas pidiendo consejo, y ella se lo daba…algo así como el coaching de hoy en día, o terapia personalizada pero en castizo. Así que, mientras escuchábamos las penas de la gente y los consejos que le daba la tal Elena (que al cabo de los años resultó que no era ni Elena, ni mujer, sino un señor con bigote…) cortaron el programa, y se empezaron a escuchar noticias, que hablaban de un asalto al Congreso de los Diputados…nosotras alucinábamos….se acabó la clase, y entramos contando la noticia, aunque parece que alguien ya había entrado a decírselo. La hermana nos había castigado a no volver el día siguiente, en principio estábamos expulsadas…pero ese día las clases se acabaron antes. Yo llegué a mi casa, y no le dije nada a mis padres. Yo estaba deseando no tener que ir al día siguiente a clase…así que no hacía más que decirle a mi padre: Entonces mañana no vamos al colegio, con esto, ¿No?, y cuando el golpe no triunfó y dijo mi padre que al día siguiente al colegio…..Y yo no podía volver en dos días al cole. Me cayó una buena zumba cuando mis padres se enteraron…. Y eso pasó ese día 23 F que recuerdo como si fuera ayer.
En esto que el señor Tejero no triunfó y después de tropecientas manifestaciones de apoyo a la democracia y no sé qué más, él acabaría en la cárcel. Entonces los condenados iban a la cárcel. Sí, lo mismito que ahora que ya se salvan todos con condenas de dos años justitos para no ir, excepto la tonta de la Pantola – y digo tonta porque va a resulta que va a ser la única en España que vaya a la cárcel con esa condena…. creédme que no os miento –
Pero mi relación con Tejero no terminó ese día, qué va…lo mejor estaba por llegar. No recuerdo cómo, pero un día con una amiga le escribimos una carta. Eso de escribir cartas a famosos ya lo habíamos practicado antes, así unos años antes sin tener ni idea de inglés, o sabiendo bien poquito y con la ayuda de un diccionario Collins le escribimos en inglés californiano nada menos que a Leif Garret, y él nos contestó…aunque aquello tuviera trampa, coló.
A Tejero le escribimos en español de España, y debió gustarle nuestra carta, porque un tiempo después un día cuando llego a casa en la hora de la comida, mi padre me enseña un sobre que ha venido en el correo. El membrete con tanto título, como miembro de la academia de jurisprudencia y de ls sociedad de criminología, debió asustar más a mis padres que una multa de tráfico o una carta de hacienda. Mi padre empezó un interrogatorio para saber quién era ese señor que me escribía, y el porqué lo hacía. Yo no caía, ni tenía ni idea y lo único que decía: No he hecho nada papá, de verdad…te lo prometo que no he hecho nada. Y claro mi padre como era normal no me creía. Así que, abrí la carta y leí los folios que contenía. Era el abogado del Tte. Coronel Tejero, que contactaba conmigo y de paso con mi amiga Lourdes. Yo alucinaba explicándole a mis padres quién era ese señor , y claro mi padre montó en cólera y me castigó…y debió castigar de paso a mis hermanas, porque éstas no hacían más que reñirme también…. No voy a desvelar más del contenido, sólo una parte que decía que el señor Tejero contactaría con nosotros, y que por supuesto nos rogaban prudencia y discrección, dada la situación política del país. Y eso hicimos, se lo contamos a medio cole, y media ciudad. Pero todo el mundo debió ser bastante discreta porque no salimos en la prensa, ni vino la policía ni el juzgado a mi casa.
Poco tiempo después, casi dos meses volvimos a recibir una nueva carta, y esta vez era el premio gordo. El mismísimo Tejero nos escribió, bueno mejor dicho: Me escribió, y además de unas letras nos mandó una fotografía firmada y dedicada. Creo que sorteamos la foto, por no cortarla y romper el tricornio, y le tocó a mi amiga Lourdes, y yo me quedé con las cartas. Y claro estuvimos muchos meses presumiendo y sacando a escondidas a pasear la foto de D. Antonio Tejero. Mi padre leyó las cartas, y creo que en el fondo a él le hubiera gustado que Tejero le escribiera a él, pero lo hizo a mí. Y él se compró un cassette con los tanguillos del golpe y las sevillanas del Susto, y así escuchándolas en el coche a todas horas, se consolaba.
Mi amigo Tejero, nos escribió alguna otra vez más, y su abogado y otros más….pero tuvo que cumplir condena, sin pedir indulto, y ya perdimos el contacto para siempre. Pero las cartas las conservo, porque son parte de la historia de España, y de mis amistad con él. La foto que acompaña a esta entrada es parte de aquellas cartas.
Guauuu yo no he mantenido correspondencia con nadie famoso ni conocido, aunque como sabes conservo muchas cartas. Yo era de las internas, y ese día salí del colegio a una clase particular a la que asistía y vi que el comportamiento de la gente en la calle era extraño. Corrillos, comentarios en voz baja y pronto para casa. Luego, después de cenar creo que no nos mandaron al estudio, pero no recuerdo más. Bueno sí, recuerdo los comentarios de alguna compañera pidiendo que mataran a unos o a otros, algo que me sorprendió. Nunca he sido de enfrentamientos, matanzas, ni disparos. Bueno, han pasado muchos años, los recuerdos se difuminan, pero afortunadamente e independientemente de las preferencia políticas, nos queda la amistad. Gran tesoro la amistad.
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Locuras de niñas, esas cosas que se hacen sin pensar.
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