La Gran Compra

Los calendarios tienen fechas marcadas en negro, otras en rojo, y algunos días no están señalados con ningún color especial, sin embargo permanecen marcados con tinta indeleble aunque no esté a la vista de cualquier mirada. Una de estas fechas, es la que marca en muchas casa el inicio del periodo navideño. En algunas casas este periodo se inicia con la costumbre de comprar los turrones, polvorones, y las botellas de cava y Del Gaitero. Cuando eres pequeño sobre todo antes hace ya unas décadas, se esperaba ese día con ilusión. En las casas de familia numerosa os podéis imaginar que esta compra solía ser la que realmente costaba un riñón. Hoy creo que no es tanto, pues ya nos hemos acostumbrado a hacer las compras cada quince días, o mensuales, y estamos habituados a llenar carros y carretas con muchos productos, y a pagar con la Visa, el dinero que se tiene y también el que no se tiene. Y no pasa nada. Pero hace años, este modo de comprar no se solía hacer más que en fechas señaladas, y en diciembre no se escapaba ninguna  familia en tirar la casa por la ventana. En mi casa, esa tarea la hacían mis padres básicamente, los dos. Hasta que se fueron apuntando  alguno  de los hermanos mayores, y así pasando los años, unos se apuntaban y otros se desapuntaban, porque los más mayores iban pasando de la cuestión. Algo normal cuando se tienen tantos hermanos.  Unos acompañaban a mis padres, y el resto esperábamos en casa la llegada de la compra. Todos en orden, como reponedores del supermercado para ayudar a colocar tantas cosas, tantas cajas de turrones, los mazapanes,  las marquesitas  Delaviuda, que a partir de ese día desayunaríamos mojándolas en las tazas del café o del colacao, y que habría que reponer de nuevo antes del día de nochebuena, los bombones de uña y de licor que son la perdición en mi familia, las frutas de Aragón que a puñados cogíamos y aparecían los papelillos de plata entremetidos en sofás, sofarescamas y sillones, porque a escondidas nos las comíamos…aunque las de naranja amarga solíamos devolver y envolver de nuevo, porque no sé por qué a los niños las naranjas bañadas en chocolate no nos gustaban entonces, y ahora sí. Cuestión de gusto y cuestión de edad, supongo. …las peladillas, el pan de Cádiz….el turrón de guirlache,  el Almendro, la Jijonenca, las botellas de vino de Rioja, el Diamante, el cava primeramente catalán, y luego prefiriblemente de la tierra…y no sigo porque no me cabe ya nada más en la despensa. En esa época, solíamos llenar armarios y despensas, todo se guardaba, y nos ilusionaba como niños ver tantas cosas, y tanto dinero gastado para disfrute de todos, en pocos días.  Yo creo que solo pensar en aquella compra, se me quitan las ganas ya de comer turrón.

      Todo eso ocurría normalmente en la primera quincena de diciembre. Siempre con la antelación necesaria para poder hacer también los regalos a quien habitualmente se hacía para agradecer un servicio, el buen trato, darle un aguinaldo, o tener un simple detalle navideño. Las cestas prefabricadas tan bonitas, con espumillón y latas de espárragos del tipo gigante de Cojonudos, queso manchego y botella de Chivas, en mi casa no se compraban. Era demasiado modernas, y quizás tan comercial que le faltaba el toque sentimental que a mi padre tanto agradaba. Él prefería hacer sus propios lotes, comprando cada cosa por separado, y preparando sus cajas para la Guardia Civil, el portero, el vaquero, el pastor,  el del taller, la chica de casa,  (entonces llamada así, antes criada, y ahora señora de la limpieza. Y en nada, asistenta personal de servicios domésticos diplomada oficialmente por alguna universidad…), etc.  Todo ello ocurría en diciembre, pero unos años después de todo eso, pasamos a una época en la que por mor del Carrefour y demás compañeros mártires esa compra ya perdió su encanto, porque empezar a ver los polvorones de la Estepeña en los estantes del Carrefour, a la vez que se compran los helados de leche merengada, o el tinto de verano de la Casera, o el gazpacho Alvalle, en pleno agosto o septiembre, hace que las cosas pierdan su esencia. Puede que sea más comercial, y más práctico, y hasta quizás sea mejor para el consumidor comprar con anticipación. Pero qué quieren que les diga, a mí no me gusta mezclar gambones del Senegal para hacerlos a la  barbacoa, con turrón del  duro o del blando.  Y como no me gusta, no me pega y no me agrada, creo que cada vez me da más pereza hacer esas compras.

El avance de los tiempos de la misma manera que ha  desnaturalizado esas compras navideñas que han pasado a ser agosteñas, ha impuesto que ya casi nadie compre tantas cajas de turrones de todos los gustos, y ya con los surtidos, las porciones individuales y la consabida caja roja de Nestlé creo que muchos hogares van más que satisfechos. En serio, solo con recordar aquellas compras, y  ya estoy saciada de turrones y polvorones. Y lo más, es  que comeré unos de almendra, canela y ajonjolí de esa caja de casi tres kilos que de Cazalla de la Sierra llega de la mano de mi cuñado Pepe desde hace años, y que  viene con un calendario de Ntra. Sra del Monte. Todos los años repito la misma cantinela: Andá del pueblo de María del Monte…. hay cosas que no cambian, como ese calendario  que terminará colgado en la puerta de la despensa para volver a señalar esas fechas tan significativas del año.

De verdad, tenía pensado escribir sobre belenes, y no sobre turrones….continuaré otro día. Después de estrujar un polvorón con su papel de celofán, no me da para más teclear. Estos mantecados siguen siendo riquísimos, como los de toda la vida.

Ahora debería hacer una pregunta como hace muchas veces mi amiga Gloria: Y tú de qué prefieres los polvorones y turrones, de sabor tradicional (llámese almendra, canela, roscos de vino, etc) o te decantas por nuevos sabores (tipo maracuyá, nuez moscada y foie, etc). En lo que seguro que coindicimos muchos de quienes se atrevan a leer esto, es que los polvorones saben más rico en los días previos a la Navidad.Luego ya, solo con mirarlos llenan.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. brestandglory dice:

    Tu amiga Gloria responde. Con los cambios en mis habitos alimenticios ultimamente no como muchos dulces, no me atraen. Pero siempre como algun polvoron tradicional de almendra con mucho ajonjolí por encima, algun rosco de vino y también hojaldrina. Aprecio muchos los higos pasados, sobre todo si son escaldados por mi padre, naturales y esquisitos. Y los turrones, mejor de Castuera, ese que vende el turronero a trozos.
    En mi casa también llegaba la caja de polvorones de Cazalla de la Sierra com su calendario, y mi madre la dosificaba de modo que duraba hasta casi el verano.
    Para mi la Navidad empezaba cuando Nicolas (el turronero) y su familia, ponían su caseta delante de mi casa. Qué relación de amistad más bonita entre las dos familias.
    Y no puedo dejar de señalar otro hecho previo a la Navidad, la matanza. Muchas de mis amigas recuerdan la patatera casera.
    Ahora, en la ciudad, sin matanza, sin turronero, ni me doy cuenta que se acerca. También huyo del centro de la ciudad y de las compras. Pero disfruto mas las reuniones familiares.
    Querida ciudadana Bolota, los tiempos cambian, pero la esencia en estas fechas la conservamos, el amor incondicional. Feliz Navidad.

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  2. Gracias Gloria. Feliz Navidad para ti también.

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