Vengo de mirar el cielo.
Vengo de enterrar mis miedos,

Y te encuentro de nuevo,
Sentado en el firmamento,
esperando la noche,
sacudiendo mis desvelos…

Y tu luz,…. tu rojiza, tu plomiza
y potente luz, que se antoja
como el hielo,
apagando un sueño……
el sueño de mi sueño.

Y tu luz, tu púrpura, y
azafranada luz que se arroja
sobre el suelo.

Queriendo atrapar mi mirada,
para que te retenga con la cámara,
y no te marches.

Yo creo que el cosmos tiene
miedo de la luz fría de la luna.
y por eso,

Sólo el cielo
es capaz de hacer duelos
con las nubes plañideras,
que lloran para que no te marches…
mi sol, mi luz, mi consuelo….

Ellas gimen lágrimas
como estrellas
para que te quedes, tú.

Tú, mi sol, mi luz, mi consuelo…
Y yo, con los pies en el suelo
te retengo cuando añoro el día
cuando intuyo la noche.

Cuando miro al poniente
aún lates en mí,
y algunos te dicen yacente….
Cuando eres aún, más atrayente.

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Adivina, adivinanza….. qué es.

Cuando pensabas que la luz se apagaba, miraste al cielo y te diste cuenta que verdaderamente no era así. El que más brilla siempre luce, solo hay que estar en el lado correcto.  El continente y el huso, es el que nos permite verlo en su tonalidad  más compleja.

El momento del día en el que lo miras y no se ciega la vista.

Igual que en un altar, a oscuras iluminado solo por unas velas. Esperando nuestra visita y que le hablemos. Solo hay que mirarlo y dejarse abrazar.

Él que es el que más brilla está ahí esperándonos.

A media luz, cuando anochece es quizás más atrayente. Buscar la belleza  simple en lo que abrasa y abraza.

Solo hay que dejarse abrasar por Él.

Cuando pensamos que el ocaso es el fin, es cuando verdaderamente más completo puede uno sentirse.  Solo hay que mirarlo a Él.

Solo hay que  dejarse abrazar por Él.

Solo hay que visitarlo, mirarlo, dejarse abrazar y abrasar por Él.